En esta entrada no encontraréis una promoción de vacaciones en oferta, lo que si que encontraréis es una promoción para bloggers del mejor sitio web, al menos para mi gusto, de críticas sobre restaurantes de Madrid. No es que la gastronomía sea un tema que yo haya atacado alguna vez en este blog, pero ciertamente tiene mucho que ver con el ocio y el disfrute vacacional, así que después de leer en el mencionado blog la oferta del Cochinete de Cucharete, no puedo dejar pasar de largo la oportunidad de saborear un cochinillo por la patilla, además, en el que es a mi entender, el mejor sitio de Madrid para saborear este manjar, el restaurante El Pedrusco de Aldealcorvo. Ojo, que no estoy hablando por hablar, porque precisamente este marzo estuve cenando allí con todos mis compañeros del colegio celebrando el XXVII aniversario de la promoción.
Y ya sin más dilación, paso a intentar ganarme un asiento en el primer Cochinete de Cucharete. La verdad es que lo tengo muy fácil, sólo debo contaros como pude cocinar un cochinillo durante uno de mis vuelos de bajo coste.
Yo soy una persona de buen comer y, cuando tengo que viajar y cruzar el charco en avión, una de las cosas que más me desagrada es la bazofia de comida que dan. Así que, en el último vuelo que tuve que coger, decidí llevarme algo decente para comer. El primer problema era pasar el control de seguridad, no podía llevar comida precocinada porque con la salsita, puesto que los líquidos están ahora prohibidos, se la habrían quedado los policías. Tenía que llevar algo vivo, algo comestible que pudiera pasar como mascota y que pesara menos de seis kilos para poder llevarlo en la cabina. El caso es que como mi secretaria, cada vez que le echo los tejos y le propongo un encuentro deshonesto, siempre me dice: "eso será cuando los cerdos vuelen", pues decidí comprarme un cochinillo, a ver si así mataba dos pájaros de un tiro, por un lado pegarme una buena comida durante el vuelo y, por otro, llevarle a mi secretaria una prueba certificada de que ya había hecho volar a un cerdo.
Ya en pleno vuelo y con el cochinillo en el regazo tenía que encontrar la forma de cocinarlo, no me iba a resultar sencillo. Afortunadamente, a mi lado se había sentado una señora bastante obesa, de nombre Margarita, que tras media hora volando se levanto para ir al cuarto de baño. Ni corto ni perezoso cogí la bolsa para animales con el pobre cochinillo y la puse debajo del cojín del asiento de Margarita. Al mismo tiempo, cogía la botella de agua de mi vecina y le echaba cinco pastillas del laxante que siempre llevo en mis desplazamientos a Sudamérica.
Cuando Margarita regresó del cuarto de baño, más que sentarse, se desplomaba sobre su asiento... el cochinillo había pasado a mejor vida. En ese momento me acordé del dicho que reza "echar margaritas a los cerdos". Ya sólo quedaba que mi acompañante bebiera de su agua, cosa que hizo enseguida. El efecto del laxante fue inmediato, en cinco minutos Margarita partía despavorida al cuarto de baño. Pronto la cola a la puerta del WC empezó a alargarse significativamente, estaba claro que Margarita se encontraba muy mal, las azafatas y las personas que hacían cola empezaron a discutir solicitando una solución de urgencia, más de uno cruzaba las piernas en señal de "ya no aguanto más, me meo".
Aprovechando la confusión, saqué el cochinillo de debajo del cojín y me lo llevé a la solitaria cocina, todas las azafatas estaban intentando socorrer a la pobre Margarita, pero debía darme prisa. Al sacar al animalillo de la bolsa contemplé, con asombro, como un cochinillo de 15x30 se había convertido en una lámina de 5x80. El avión tenía un horno de calor seco bastante majete, así que busque un plato, una botellita de brandy y una naranja, puse mi cochinillo en el plato, lo rocié con el brandy y, aunque tras el aplastamiento la comisura de los labios era difícilmente perceptible, le pude meter la naranja en la boca. Lo introduje todo en el horno y, puesto que este tipo de artefactos son bastante rápidos, a los cinco minutos estaba listo. Ni que decir tiene que, en otros cinco minutos, del cochinillo sólo quedaban los huesos, porque a mí, de los cerdos, me gustan hasta los andares.
Asisto al Cochinete de Cucharete
Finalmente este post sirvió para ganarme una plaza en el evento, así que el martes 27 de octubre de 2009 podré ponerme hasta las trancas de cochinillo. Os dejo el certificado de asistencia que me han pasado desde cucharete. Sí, el de la foto soy yo, los otros tres son Rayo, Flashback y Ninillas, los tres editores de Cucharete.
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